Mi segundo viaje pudo haber sido a Ibiza, a Amsterdam, a Cádiz, a la Costa Brava o al primer sitio que se le ocurriera al paciente chico que nos escuchaba en la agencia… al final fue París, por nuestra cuenta y las dos solitas. Cinco días de sobrevivir a la comida basura,
andar kilómetros dentro y fuera de museos, intentar no convertirnos en las típicas turistas (sin éxito) y descubrir que todo lo que nos habían dicho de esta ciudad es verdad y que con más tiempo nos podría llegar a gustar aún más… Aparte de subir a la torre Eiffel, ver la Gioconda y otras cosillas que tienes que hacer porque sí (la Gioconda no me decepcionó, como todos dicen, pero lo mejor fueron los tropecientos turistas alrededor y los carteles del Louvre señalando cómo llegar…), hicimos otras que también tienen su encanto, como jugar a los barquitos de madera como niñas de diez años en un lago de las Tullerías o viciarnos a la Play en una máquina del aeropuerto antes de volver a Madrid. Volvimos con las cámaras cargadas de fotos y las maletas repletas de regalitos, incluso conocimos a algunos parisinos curiosos. Creo que cuando de verdad te gusta una ciudad te quedas con la sensación de que vas a volver, de que tienes que volver, porque es un poco tuya aunque sólo sea por las veces en que has visto un rincón en una película o las veces que la han descrito en los libros. En mi caso, además de esto, debo visitarla de nuevo para "probar" la comida francesa...
2 comments:
=)
Que buen vivir!!!
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