Padre, madre e hija esperaban a la otra hija, que se esforzaba por contar las últimas monedas de la caja registradora, llena hasta arriba por las últimas compras de los cientos de personas que abarrotaban un día de Nochebuena por la tarde un centro comercial de zona pija (los tres protagonistas se acababan de cruzar en el pasillo de refrigerados con Guti y su ¿mujer?) Faltaban apenas tres cuartos de hora para que empezara el mensaje del Rey... y ellos perdidos en una de las salidas de la M-40 mientras las luces del ya apenas concurrido supermercado empezaban a apagarse. Frente a las cajas, los encorbatados y panzudos jefazos del centro se iban apelotonando mientras se felicitaban las fiestas. El más saludado, un bigotudo sonriente y tan gordo como el resto, era sin duda el jefe. La hermana de la cajera sudaba mientras pensaba en el coche familiar abandonado en el sótano 2 del aparcamiento cuando ya pasaba media hora de las ocho, la hora de cierre, y ya se imaginaba cómo iban a cenar, en vez de la merluza cocinada amorosamente por su madre, gulas frías del supermercado, sentados en el suelo y olvidados por los trabajadores que iban uniéndose al recital de felicitaciones y sonrisas. Por las escaleras mecánicas aún encendidas llegaba un amenazador grupo de empleados cargado de zambombas y panderetas...
La camisa blanca de la hermana-hija-cajera se aproximaba mientras uno de los guardianes del centro comercial, camuflado por una chaqueta roja y un walkie, se acercaba con una mujer histérica cogida del brazo hacia la zona de altos mandos. La mujer exigía hablar con el dueño del centro a gritos y varios jefazos, incómodos por la interrupción de su pequeña celebración navideña, le preguntaron primero con amabilidad qué pasaba. Pero los gritos no daban tregua, y mientras algunos de los jefes se reían sin disimulo, el presunto director le hacía gestos al guardián para que la sacara, sin más miramientos, por la puerta de atrás. La madre y la hija, que antes habían criticado la escandalosa hegemonía de hombres-jefe en aquella empresa, se preguntaban ahora qué habría hecho esa mujer para ser tratada de esa manera... y si el comportamiento hubiera sido el mismo si en vez de tres extraños perdidos los espectadores hubieran sido unas cuantas decenas de clientes.
La aparición de la otra hija con camisa blanca y chapa corporativa interrumpió los comentarios familiares y recordó la fecha y el lugar a los tres que esperaban, que tras salvar al coche del aparcamiento a punto de cerrar, llegaron a tiempo de ver al Rey en la tele deseando feliz Navidad mientras la merluza desaparecía de los platos.
2 comments:
gracias por venir a verme!!! me gusta que no nombres el centro comercial, jeje, ya están muy forrados para hacer más publicidad. y que conste que el último día contaba monedas a velocidad de vértigo...
"muchas gracias, y feliz navidad!!"
una cajera a punto de cobrar el finiquito... os invitaré a un copazo
Guti sale de fiesta con Kiko Matamoros
(Salsa rosa al poder... o Dolce Vita??)
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