Un poquito del sueño que aún me dura, otro del trágico momento de cada mañana de entrar a la ducha, algo de una conversación sobre adolescencia, recuerditos de "Nada", de Carmen Laforet y una escena suya, muy triste, y un pelín parecida...
Caían gotas sobre los azulejos fríos, mojados bajo sus pies. El pelo enredado, la cara borrosa sobre el espejo empañado del baño. Tocó con su dedo empapado la superficie de cristal, trazando una curva alrededor de lo que creía su cara. Seguía mirándose mientras la fina corriente que se colaba por la puerta deshacía el vaho hasta redefinir sus rasgos. Se reconocía sólo a duras penas, los ojos aún adormilados, la nariz embotada por el aire caliente y el perfume del champú. Mientras se secaba despacio, el espejo le devolvía la imagen cada vez más definida de su cuerpo. Y de una mirada triste y más real que nunca, ahora que sólo estaba rodeada de sí misma. Clavó sus ojos en los de su reflejo, en sus pestañas mojadas. Esperó, acurrucada en la toalla húmeda sobre su piel recién despierta, unos instantes. Los justos mientras tomaba fuerzas para retomar el ritmo, correr, salir. Esperó en silencio, relajada aún. Sólo ella. Ella y el vaho del cuarto, que le rizaba el pelo y le mojaba la cara. Sin nadie. Sin nada. Dejó caer la toalla y se despidió en un momento de su mirada desnuda antes de vestirse, recoger sus trastos y salir a saltos del baño. Cuando cerró la puerta, su cabeza ya estaba llena de gente. Ella se quedaba al fondo de un espejo vacío.
1 comment:
Quizás, uno de los mejores momentos que tenemos todos es cuando salimos de la ducha y todo está lleno de vapor. Quitar el que empaña el espejo es peligroso para los que no se quieren ver a si mismos, pero para los que tienen un motivo para seguir adelante puede ser un añadido de felicidad. Un beso fea!!
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